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"Ave Maria, cheia de graça, o Senhor é convosco. Bendita sois vós entre as mulheres, e bendito é o fruto do vosso ventre, Jesus. Santa Maria, Mãe de Deus, rogai por nós, pecadores, agora e na hora da nossa morte. Amém."

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sexta-feira, 12 de abril de 2019

la Via Crucis en poema

VIA CRUCIS



I - Jesús es condenado a muerte 


El sonido bestial de nuestras voces
Desata su furiosa turbulencia
Y alza contra el amor y la inocencia
Los negros filos de sus negras hoces.

Y contra la infinita omnipotencia,
Que sufre nuestros gritos más atroces,
Buscamos los más duros y feroces
Para gritar a coro la sentencia.

Dios la escucha callado y pensativo,
Mientras sus ojos, con mirar lejano,
Contemplan a los unos y a los otros.

Pero en el fondo de su pecho vivo
Comienza a levantar con dulce mano
La que pesando está sobre nosotros.


II - Jesús carga con la cruz 


Esto que aguanta el hombro soberano
Ha de ser, al llegar a su destino,
Árbol que nos dará su fruto sano
Como remedio contra el más dañino.

Esto que con esfuerzo sobrehumano
Soporta el hombro excelso en su camino
Será balanza en que el amor humano
Hallará contrapeso en el divino.

Pero en el hombro sempiterno y puro,
Que por el mundo trágico y obscuro
Lo lleva con amor hacia la luz,

Tiene el peso, la forma, la dureza,
La crudeza, la saña, la tristeza
Y el dolor infinito de la cruz.


III - Primera caída de Jesús 


Cargado con la cruz de carne y hueso
De nuestro encono ciego y furibundo,
Va Jesús con su paso moribundo
Por el largo camino sin regreso.

Pero el suelo es tan duro y nuestro peso
Es tan ancho, tan alto y tan profundo,
Que quien sostiene con la mano el mundo
Vacila con dolor bajo su exceso.

Y, doblegado por la cruz amarga,
Rueda con sus tremendas amarguras
Sobre las piedras de la senda larga,

Para saber que ni las piedras duras
Le duelen más que la penosa carga
De nuestras almas ásperas y obscuras.


IV - Encuentro de Jesús y María 


Ésta es María y éste su quebranto,
Ésta es María y ésta su amargura,
Ésta es su pena, siete veces dura,
Éste es su llanto, siete veces llanto.

Ésta es la madre, siete veces pura,
Que por el Hijo, siete veces santo,
Llora un llanto más puro y sacrosanto
Que el dolor de la noche más obscura.

Ésta es la Virgen siete veces buena
Que por el alma siete veces fría,
Siete veces infiel y rencorosa,

Sufre en Jesús la bárbara condena,
Y acepta en su alma, siete veces mía,
La espada siete veces dolorosa.


V - El Cireneo y Jesús 


Alguien que en nuestro ser está dormido
Siente que el ansia de un dolor sin tasa
Y una fiebre de amor que lo rebasa
Llegan de lejos a su obscuro nido.

Y descubriendo a nuestro Dios que pasa
Bajo la carga de la cruz rendido,
Se liberta del sueño y del olvido
Y deja sin rumor su obscura casa.

Ya detrás de Simón el Cireneo,
Vence su voluntad y su deseo,
Resiste al desaliento y a la duda.

Y alcanzando el madero que persigue,
Por un instante a nuestro Cristo sigue,
Por un momento a nuestro Dios ayuda.


VI - Jesús y Verónica 


Roja de sangre y de sudor bañada,
Negra de polvo y de ansiedad henchida,
Maltrecha de cansancio, malherida,
Deshecha de dolor, desfigurada,

La cara del Señor, pura y sagrada,
La cara de la luz y de la vida,
Busca en la multitud enfurecida
La cara menos dura y despiadada.

Verónica, que ha visto su mirada,
Elige entre la turba enardecida
El alma más perversa y enconada.

Con ella enjuga aquella faz querida,
Y en el alma feroz y empedernida
La deja eternamente retratada. 


VII - Segunda caída de Jesús 


Más pesadas que todo cuanto encierra
La tierra hasta en sus últimos rincones
Deben ser para el Padre de los dones
Las almas duras que le mueven guerra.

Y más pesadas que la cruz que aferra
Deben ser para el Hijo las pasiones
Con que los obstinados corazones
Vuelven a dar con el Señor en tierra.

Pero la fuerza del amor sin nombre
Que en el pecho de Dios está encendido
Puede más que la humana pesadez,

Ya que al Hombre, cargado con el hombre,
Puede alzarlo del mundo en que ha caído
Bajo su peso por segunda vez. 


VIII - Jesús habla a las mujeres que lo acompañan


Almas que en el camino doloroso
Acompañáis a Dios, que va cargado,
Y que hoy lloráis sin tregua ni reposo
Por todo lo que ayer no habéis llorado:

Reprimid en el pecho caudaloso
La fuerza del dolor desenfrenado,
Para escuchar al Todopoderoso,
Que os habla con amor desconsolado.

Y después de escuchar la voz divina,
Que os anuncia el rigor que se avecina
Por culpa del error y del pecado,

Considerad vuestra futura ruina,
Y soltad vuestra vena cristalina
Para llorar lo que no habéis llorado.


IX - Tercera caída de Jesús 


Llega Jesús al monte que lo espera
Con la muerte más dura y traicionera,
Para que cese al fin nuestra ceguera
Y empiece nuestra vida verdadera.

Pero la carga de la cruz es tanta
Y tanto el peso del dolor que aguanta,
Que la fatiga inmensa lo quebranta
Y lo derriba en la vereda santa.

Con su cuerpo de horror, por vez tercera,
Toca Jesús la tierra lastimera,
Y en ella nuestra vida prisionera.

Después las mira con amor que espanta,
Las besa con su boca sacrosanta,
Y abrazado con ellas se levanta.


X - Jesús es desvestido 


Lo despojamos de la luz del día
Y del sosiego de la noche obscura,
Le arrebatamos con pasión impura,
Todo el placer y toda la alegría;

Y como algo le queda todavía,
Le arrancamos su blanca vestidura,
Para que brille en toda su amargura
Su cuerpo de dolor y de agonía.

Pero el Señor de todo cuanto existe,
Con tu rencor y mi rencor se viste,
Y, poniendo en el sol sus ojos mudos,

Ofrece al Padre, como eternos dones,
Nuestros duros y obscuros corazones,
De tu rencor y mi rencor desnudos. 


XI - Crucifixión de Jesús 


En la cruz acostada bajo el cielo
Tendemos al Señor de cielo y suelo,
Mientras el cielo llora sin consuelo
Y el suelo mira con piedad su duelo.

Y rompiendo su carne sin consuelo
Vamos clavando sin piedad ni duelo:
Las manos que nos llaman desde el cielo
Y los pies que nos guían por el suelo.

Y, cuando levantamos hacia el cielo
La cruz en que su cuerpo sin consuelo
Sufre por nuestra culpa en este suelo,

La sangre de sus manos busca el suelo
De nuestras almas sin piedad ni duelo,
Y con la de sus pies nos halla el cielo.


XII - Muerte de Jesús 


Nació por nuestro amor entre animales
Ciegos a sus divinas perfecciones,
Creció por nuestro amor entre razones
Sordas a sus razones celestiales.

Sufrió por nuestro amor nuestras prisiones,
Cruzó por nuestro amor nuestros fangales,
Y para dar remedio a nuestros males
Muere por nuestro amor entre ladrones.

Muere por nuestro amor, y, con su muerte,
Baja, por nuestro amor, al mundo inerte,
Sube, por nuestro amor, al del Amor,

Abre por nuestro amor su puerta pura,
Y entra por nuestro amor en la clausura
Que ayer lo vio salir por nuestro amor.


XIII - Descendimiento del cuerpo de Jesús 


Ya que del árbol plácido y robusto
Pende maduro el fruto de la Vida,
Que nos dará con su celeste gusto
El gusto de la tierra prometida;

Y ya que el fruto del Amor augusto
Reposa en la balanza bendecida,
Equilibrando con su peso justo
El peso de la raza dolorida,

Es hora de que al fin lo recojamos
Y con honda ternura lo pongamos
En el regazo virgen y fecundo,

Seguros de que allí lo encontraremos
Como remedio a todos los extremos
Del hambre y del agobio de este mundo.


XIV - Entierro de Jesús 


Después de recorrer la tierra obscura
Buscando entre las peñas la más dura,
Para enterrar al fin la carne pura
Del autor de la vida y la hermosura,

Levantamos el cuerpo con dulzura
Y, como a la semilla más segura,
Le damos verdadera sepultura
En nuestras almas llenas de amargura,

Para que, sepultado en nuestras frentes,
En nuestros pechos lóbregos y abstractos
Y en nuestras bocas mudas como rocas,

Germine con amor en nuestras mentes,
Y, después de crecer en nuestros actos,
Florezca con amor en nuestras bocas.



Francisco Luis Bernárdez 


(Livro: “Las estrellas", Editorial Losada, Buenos Aires, diciembre de 1947, 1ª edición, pp. 113-142) 

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Pedido

"Aproveitemos o tempo para santificação nossa e dos nossos parentes e amigos. Solicitem orações, que estaremos rezando juntos, em união de orações aos Sagrados Corações."